Al Pedín Cosmonauta - Zancada
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Al Pedín Cosmonauta

por Ral Veroni

Acerca de “Al Pedín Cosmonauta”

por María del Carmen Rodríguez

(Ver el video en que Ral Veroni ‒autor e intérprete‒ canta el tango “AL PEDÍN COSMONAUTA” me emocionó y me inspiró para esbozar el subcapítulo Ꙍ de “Los devenires de Al Pedín”, capítulo de uno de mis libros apócrifos en curso, hasta ahora titulado La no menos inverosímil que vera historia desvisionista del Teatrito Rioplatense de Entidades, con el acento en los avatares de las Entidades puesto)

***

Ꙍ: O de cómo y por qué Al Pedín, canchero, en la Cosmogonía Platina deviene el gran Cosmonauta tanguero. 

Como la cosmogonía del tango, cuyo origen no fue de un solo trazo y se siguió mestizando, la cosmogonía del Teatrito Rioplatense de Entidades cambia, muda, se transforma, se transmuta, de modo tal que del origen del Río de la Plata o del de Platinia hubo, hay y habrá más de una versión‒alguna tanguera en el horizonte espera‒, lo cual se condice tanto con la idea de que el origen no está al principio y puede sorprendernos en cualquier giro como con la diversidad del lugar en que puede darse tal sorpresa originaria astral: en el dibujo o en su influjo, en el afiche, en las consignas fidedignas (“El cosmos es rioplatense pero el mundo no lo sabe”), en la variada poesía o en las performances bravías.

Sin embargo, contrariamente al tango, cuyas entidades, menos metafísicas, van variando con el tiempo y con los aires (¡Ay de la merma de taitas, papusas, cafishios, bacanas, otarios o ranas!), las entidades del TRE, que en número no crecen ni decrecen, son siempre trece (más los efímeros, que efímeros son), lo cual no impide que cambien, muden, se transformen o se transmuten, y en eso Al Pedín, deidad y numen de las causas inútiles, es, como en su defensa del cosmos rioplatense, el gran paladín. Son entidades menos propensas a las mutaciones, aunque a ellas se presten porque son ley teatritense: por cierto aire alegórico de arraigo histórico, Tiempo, Miedo, Olvido, Absurdo, Injusticia, Dolor y Destino; por doble aire ídem, la Idea de la Nada; porque dan en nadar en la metáfora, La Flor, La Llamita, y hasta Hueso (¡!); porque lo fijaron fiero para hacerlo emoticón, El Tereso, reconocido adalid de los desechos. Pero volvamos al tango y pongámosle, con Al Pedín, el pecho…

Cuando sacando pecho “Al Pedín Cosmonauta” llegó a Escocia, en tempo andante con sus pasos gigantes, el poeta Edwin Morgan Jr. intentó lograr una versión del tango en gaélico escocés, con acordes de gaita y flautín de través, y entrevistó a Ral Veroni, músico, intérprete, dibujante y vate, intrigado en sumo grado por Al Pedín y su “estado”, que por su extraño nombre, su renombre, sus cúmulos blancos o el humo cerrado del tango podía ser un gas, un vapor, o una materia volátil muy veloz, estados que del devenir-Cosmonauta podían ser condición. Veroni arguyó que no hay gases que se desplacen en chata celeste con estrella de bronce en la estela de cuero, y que para él algo de sólido tenía el petiso, porque el dibujo empezó por un culito con patas al que de golpe le salía una gran nube, no solo de las que suben porque de ahí salía un brazo, con el que le jugó de paso, con buen pulso y buen tino, una pulseada al gigante Destino. Después de tal argumentación, Edwin Morgan Jr., por tal pulseada estremecido, se hizo a la mar para intentar otra versión en escocés insular.

Lo cierto es que no es solo, solito y solo por lo sólido, sino también o más bien por cierta vaporosidad ‒que todo teatritense sabrá remarcar‒, por ese don de brincar con ritmo de aquí para allá, de la Escocia poética al platino billar, por ese don de alzarse en el aire con tanto donaire desafiando las leyes de la gravedad, por esa vocación de mensajero empedernido que le inspira el chamuyo para ser comprendido ‒como el buen Mercurio de los pies alados con quien cruza este cielo azulado‒ que Al Pedín, que supo ser Monarca del Río de la Plata, guiar a los alpedinistas en el juego pendular hasta que la indecisión fuera una pasión, guiarlos luego al revés para que decidieran con razón, deviene hoy Cosmonauta de la cosmogonía platina que se torna cancionera ‒tanguera a la sazón‒, Cosmonauta de nuestra quimera que al vero cuore llega de nuestra misión.