El Evangelion según Khatarnak y Khabandar - Zancada
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El Evangelion según Khatarnak y Khabandar

por Gabriel Catren

 

¿Que relación entre la zambullida de Narciso – su delfinización – y la pasión de Cristo – el revuelo astronáutico de su anunciación (“su estrella era tan extraviada de curso que chillaba de alegría”)? ¿Es la familia especulativa suficiente – la Trinidad: un Padre (la engendrante “sobreabundancia de su suavidad”), un Hijo (un Alma, finita, lanzada – triple salto mortal – a la autonomía de su desligación), un Espíritu (una comunidad: ¡habrá banda!) – o no será necesaria una familia más numerosa, menos abstracta (con prima y gemela imponderal y… ¡hasta una madre!) – todos “pariéndose entre sí” –, una familia dotada de más intercesores (la que cataliza los procesos de extra-terrificación, la que a fuerza de “traslucidez por el esfuerzo de parición” señala y entorna los portales, la que despliega como alfombras las pistas para las “infranaves que producirán la vacancia”, la que llega – mineralicia y elemental – en el huevo de su piedra verde para aliarse en el Bosque, el que adviene con los suyos, inevitable, con su intemperie, a gran velocidad, introduciéndose como un torcido por los bordes y ranuras, desde la maceración paria), una familia de vacaciones, absuelta de los “juicios domésticos”, ya implotado el “verosímil sociofamiliar”, asomándose nonchalantemente en las costas de la plata especular… y hasta dos tríos tal vez, para hexagramatizar la hidrodinámica del despegue? ¿No serán necesarios más niñoides para extraer la flora y el fruto de la pasión – más ronda y menos cruz –, más criaturas soportadas y transportadas en su trío secundario por unos adulteros que al volante sobre la dos (“a ventanilla abierta algodón que aletea”) desvían (blandiendo sus esplendentes variedades cromáticas) a las policíacas de “cerebros raleados” y contrabandean marcianos, juegan al punto y banca en el casino con “sus poses de relax ambiguo (el entre paréntesis de sus aspectos)”, carretean en la operación “Mimbre Blanco: creer en todo, preparando el embarque en el puerto del Bosque”, polarizando los “paisajes melódicos” de normalidad Ray Ban – la que prohibe el rayo rosa, la que filtra el deslumbre enteogénico del imperio solar (Alma se intoxica con el estallido de luz de la rambla) –, entreviendo (“a esa altura de Febrero ya se los veía muy extraTierra”) que la religación – el Alma que se renchufa al Pleroma (¡la cura!) – se umbilizará por las vías infantes o no se hará?

¿Que alianzas entre el sacramento narcótico floreciendo desde la inmersión y la rosa en la cruz de su presente encarnación? El Alma se observa en el primer estadío (el reflexivo: la solarística:: no ya al borde del estanque sino orbitando por sobre – ya cayendo hacia – el mar de plata) – “en especial era el agua detenida lo que lo detenía”: el speculum –, Alma que cuida y goza de sí: narcisismo egofánico de la que se sabe ícono viviente de la que engendra (alegría y cosquilleo frente a su propia majestad), Alma que entra de a poco en la “sordera espacial”: (s)he put the helmet on para transmitir desde la infra-lengua, comenzando a embrionizar, sintonizando con su cresta (tumescencia delfinar), abriendo la “audición umbilical” (la petalecencia amarilla en su panza fluoral, la tatuación de los informes extraterrestres en su piel expresiva), hacia la ignición que era vasta – despertando hacia los limbos del ombligo –, “epopeya planetaria y desatada”, caída libre en los cielos de Laniakea. Finalmente – segundo estadío, el inmersivo: la nautílica –, asoma la muda (“zoomoforsis animé”), empalmando “la espira umbilical de su transformación” hacia las aguas vivas y aéreas, encendiéndosele “petalo a petalo el ombligo”, ventilando en la brisa costera las palabras del Profeta: “verse surgir un delfín iridiscente un arco iris de delfines un delfinado aéreo o irisado un arqueado delfín”. Y “¡al agua pato!” o el Alma infante puro disfrute del Narciso-chapuzón – “¡y el delfin! soltándose” –, pasando del otro lado del espejo, “era un pez flotante y laminado, el más brillante y encrespado, él mismo una nave”, embebiéndose en el medio irreflexivo – Alma dada vuelta por la mareación: expuestas sus entrañas en la adivinación –, siendo ella misma (ahora) la que adviene con su gracia, “en otra playa de ese mar”, IChThYs (un Cristo anfibio) – que no baja del cielo: salpotea del mar, – ¡desliza con su tabla por montañas de agua! (Mateo 14:22-33) –, para uncir con el amor que religa a  “los que esperan de ese rubio-loca adelfinado un inicio de cura”. ¡Haux!