El poder-aliento-vivenciar de los pueblos originarios: los poemas de María Lilian Escobar
por Roberto Cignoni
Para Lilian Escobar, el mundo indígena no puede -ni debe- mostrarse como organizado o continuo, ofrecerse o aun estudiarse según núcleos rectores a partir de los cuales se haga posible ordenar una serie de filiaciones o de descendencias.[…]
El poema circula según una línea singular e irremisible a través de los términos empleados y las relaciones asignables; la voz ha dejado de incidir según producciones filiatorias, comunica ahora transversalmente a partir de órdenes simbólicos y mitologías incompatibles, de bloques o conjuntos de dialectos diferentes, de efectos que no anuncian sus causas y rastros que han dejado de exhibir su procedencia. Aquél que insista en encontrar en tales poemas una descripción de las costumbres o de los rituales de los pueblos guaraníes, alguna mirada en torno a los dioses o a los instrumentos de caza de los mapuches, cierto testimonio de las ceremonias o de los hábitos guerreros de la comunidad náhuatl, quedará medularmente desairado. El poema atraviesa tribus y naciones, fetiches y territorios sagrados, lenguajes y condiciones de existencia, pero, en tanto los cruza y los compone, no permanece interior a ellos, y no cesa de minarlos y de perturbarlos con formas de contenido o de expresión tan discontinuas como imprevisibles.[…]
«Intensivos», compuestos por funciones y términos heterogéneos en simbiosis, por elementos que no cesan de transformarse o de desaparecer en otros, por un transporte incesante a través de parcelas nunca acabadas, los poemas se prodigan en líneas de fuga y no hacen nudo en ningún rastro de unificación o de comprensión. De este modo, en el poema que comienza «-niatak nadená», los esclavos del pan (que es carne que es lengua) se asimilan a postes sobre las tumbas, hasta que, intempestivamente, irrumpe el yo, buscando arcos de agua, oyendo a mejillas y a ojos decir «mañana-mañana», donde, para nuestro sobresalto o extrañeza, manos-fuego aparecen y hablan buenamente.[…]
Para Lilian Escobar, pues, no se trata de imitar al indígena ni de componer una analogía de relaciones. Se encomienda en cambio a entregar en sus poemas una sintaxis que ya no es la de la lengua empleada, una materia que ya no se corresponde a la de las formas previstas o «naturales», una afectibilidad y una conmoción que ya no son las de los sujetos intervinientes. se apresura a ofrecer a las apariciones de cosas y criaturas conexiones no convenidas, encuentros o fusiones a los que ninguna lógica fundamenta, y para ello intensifica un juego variable de velocidades y de suspensiones, una rítmica de afectos y de continuidades que se proyectan a hacer trascender o devenir un indígena a través de todas las participaciones. El poder-aliento-vivenciar aborigen se constituye, pues, por esta simbiosis en la que todo es relación de movimiento y de intensidad entre imágenes o emergencias, poder de afectar y de ser afectado.[…]
Lilian Escobar lo comprende bien: constituir al aborigen no es seguir describiéndolo, explicándolo o connotándolo desde el lenguaje-pensamiento que nos es propio; es, en cambio, extraer de nuestro decir los movimientos, las energías y las frecuencias que constituyen el indígena de ese lenguaje, de ese pensamiento; es hacer surgir ese indígena de la conexión singular entre ciertas partículas o unidades de la lengua, dotándolo crudamente de la electricidad que esa sinapsis produce.