La rica supersopa (Fragmentos)
por Sebastián Bianchi y dos temas musicales de Guillaume Contré.
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CURCUSA.- ¡Oh ciudad! Yo, como siempre, vengo el primero a la asamblea, espero sentado; y en cuanto estoy aquí solo, gimo, bostezo, me desperezo, pedorreo, no sé qué hacer, hago dibujos en el suelo, me arranco los pelos, repaso mis cuentas, vuelvo los ojos al campo. Me fastidian los embajadores, sus pavos reales y sus bufonadas. Pero ya están aquí los de la comisión ejecutiva, los trapaceros. ¡Y es mediodía! ¿No lo decía yo? Es lo que yo decía: ¡todos se empujan buscando los asientos de la presidencia!
TILMENA (cantando).- “El jefe se había ido al baño con su ejército y estuvo cagando ocho meses en los montes de oro. Amigos del Cerebro, guardad cuidadosos el aire y las nubes que lo entoldan, para que ningún dios los atraviese.”
CURCUSA.- ¡Qué hermosa es la canción! Y sabe a hembra y a besos con la lengua y a tornillo, tanto que al escucharla bajo el mismo culo me entra un mareo.
TILMENA.- ¡Hola, mozo!
CURCUSA.- ¡Hola, perlita! Ejem… ¿Qué cuentas de lindo aparte de esto que acabo de leer en tus ojos? Pero lloras, con lágrimas azules cayendo desiguales…
TILMENA.- A mi dedo se le ha salido una media. Hay peligro. Mi reputación está en juego. Ferelux, gobernado por esa máquina lasciva de Morphes, parece ya no reconocerme. No responde a mis voces; mis ojos lo buscan, temerosa, en el ojo mucho más poderoso que el de su propia tormenta gris.
CURCUSA.- De acuerdo, perlita. El cochino puede ser tuyo por una ligera paga. Con sólo posar mis manos en alguna de estas perillas que ves, en este aparatejo de mi invención, los pequeños cristales de sonido que atraviesan el aire trayéndonos su voz, caerán atrapados en este receptor que opera por fichas.
TILMENA.- ¿Puedes hacer eso, en verdad? ¿Puedes hacer que escuche a Ferelux, cuya voz se encuentra en el cuello del cisne, como nuez atragantada?
CURCUSA.- Todos sus secretos serán revelados a su debido tiempo. A sus pies, señora, a sus pies…
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CURCUSA.- Brindo por Júpiter, creó el ojo a imitación del disco del sol e hizo los agujeros del oído a la manera de un embudo. Bebamos. Ummn… ¡Otro vasito! Un poco de este líquido no me dañará.
TILMENA.- Necesito un caballero que se digne escoltarme al baño. Yo también, Curcusa, tomé demasiado. Como quien dice, un vasito tras otro. Y después, ¡a empezar!
CURCUSA y TILMENA.- ¡Qué competencia, muchachos! Parecíamos o nos sentíamos felices como cebras. Más felices que cebras.
CURCUSA.- ¡Puaffff!
TILMENA.- ¿Qué te pasa?
CURCUSA.- Basta, basta, no cuentes más; esto apesta a cuero podrido.
TILMENA.- Sí, esto sabe a tela de marmota. Yo, mientras tanto, me acostaré en el pasto, dejando que mi nariz florezca por encima de los yuyos para recibir sensaciones románticas cuando las moscas y las abejas se columpien sobre mí, ya que me dicen hermosa.
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MORPHES.- Si por casualidad se le cierran un momento los ojos, ya su pensamiento revolotea en la oscuridad alrededor de la clepsidra, y acostumbrado a tener la mascarilla de los tontos, se despierta con los tres dedos apretados, como quien ofrece limosna a un cerrajero… (Anota.)
TILMENA (espiando por detrás).- “Si por casualidad se le cierran un momento los ojos…” Oh, discúlpame, no era mi intención molestarte.
MORPHES.- Nada de eso… Estaba escribiendo un poema sobre la trombosis. ¿En qué puedo ayudarte?, me pregunto: ¿Qué moverá a esta chiquilla hacia un viejo como yo?
TILMENA.- El radiotécnico Curcusa, el conocido archienemigo de Ferelux. Quiero que sepas, Morphes, que ayer mismo, borracha, le prometí una ligera paga, si él a cambio, con un aparatejo que es de su invención…
MORPHES.- ¿La señorita desea escuchar su voz…? (Saca un aparato.) Escucha, pues. (Lo prende. Se escucha la voz de Ferelux.) “¿Por qué motivo me sigues como a una sombra? Eres capaz de pasarte noches enteras contándome chistes verdes y luego me induces a insultar a los invitados. ¡Y pensar que hace apenas un rato me preguntabas para qué! ¿Ya te hablé alguna vez de mis ataques? Todo el santo día buscando entre la basura…”
TILMENA.- Por el amor de Dios, apágalo. Ya no quiero seguir escuchando. ¡Está decidido! Me buscaré otro marido.
MORPHES.- Pensaba quizás en Soria, en Ladislao el rengo o tal vez en el mismo Multiguanelo…
TILMENA.- Cualquiera estará bien. Cualquier campesino podrá decirte para qué sirve el trasero que el bueno de Zeus me ha fabricado con el sudor de su frente. ¿Acaso lo ignoras? ¡Ah, para que tenga un hombre en mi cama y se relama de gusto cada vez que lo vea!
MORPHES.- Saludo al altísimo, que labra sus obras de manera gratuita, así las grandes y necesarias como las fútiles y de puro adorno. Salgamos.
Epiphanie – Guillaume Contré
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FERELUX.- Con permiso. Creo que ya estoy. (Tose.) Sí, continuemos. Veníamos manteniendo la calma. Habíamos decidido mantener la calma. Y la vimos extenderse, y nos sentimos creadores de ese manto, de eso que se abría para avasallar la superpanza amarilla al amo de las estatuas recubiertas. Ahora intentaré darme forma de globo, entrar por la claraboya de Tilmena a su vida inocente y descubrirla sobre el látex de una membrana tachada de anhelos. (Se asoma.) Hablando de villanos: ¡llegó Billete Curcusa!
CURCUSA.- Hablando de alcahuetes: ¡llegó Ferelux, brillante como la manzana!
TILMENA.- Vamos, amigo, acaba con él.
CURCUSA.- Ya voy, ya voy… Él, que acarició antaño la supersuavidad de una estatua recubierta, y no conforme olfateó el vaho que sale del amo… ahora vase a volar, como vera de una cuesta, aullando sobre el campo raso.
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FERELUX.- Eso que se arrastra, ¿es una araña o una vinagrera?
TILMENA.- Es un conejillo, el más pequeño de la familia, también poeta trágico.
FERELUX.- ¡Madre feliz de tan hermosa criatura! ¡Qué banda de enemigos! El gran canalla acaba de soltar junto a mis narices un eructo que apesta a queso. Fuerza es que me bata con ellos. Preparad la salmuera, por si salgo vencedor.
TILMENA.- ¡Electricidad contenida en los carrillos! Se desenrolla de su capa, prueba que lleve bien atados los botines, rasca el piso con la punta de un sable de tierno peluche. Si escuchas su rayo: ¡sal del camino, seguro que te choca! Ese es mi Ferelux, el verdugo de la sabandija.
FERELUX (volviendo).- Lo dormí de un palmetazo. En prenda de mi gallardía te obsequio este agujero.
TILMENA.- Quiéreme, corazoncito mío, y déjate de charla.
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CURCUSA.- ¡Argumento capital de los amos! El criado favorito no está en condiciones de saber, en esa coyuntura histórica, que los riesgos son la contraparte de un pasaje hacia la autonomía. Para ello, deberemos apuntar al cenit del sitio del experimento. Una vez que ajuste los circuitos de mi nuevo Difusor Psicopático, la voz prestada de Ferelux, esa de cuyo eco melancólico se cantan las canciones en el pueblo, caerá dormida en mi fantástica tela. ¡Directo a la vida vegetativa, allí donde se escucha el entrechocar de todas las consonantes!
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MORPHES.- Hoy he tenido una duda ortográfica y fui a consultar con mi vecina la viuda, y lo que no comprendía, de pronto derivó en un interminable regocijo para la carne.
FERELUX.- Ah, la carne, la antojadiza, la temporaria salvaje. Se cubre de ropas pasajeras, se afeita, se peina, se pone gomina, suaviza tus imperfecciones con jabón de tocador.
TILMENA.- ¿Jabón de tocador…? Ese sí que es un buen invento. ¿Escuchaste, Curcusa? ¡Jabón de tocador!
CURCUSA.- Je, je. Te conozco, mascarita. Bebo a tu salud. ¡Glup!
MORPHES y TILMENA.- ¡Salute! ¡Glup!
FERELUX.- ¿Y yo…?
MORPHES.- Cálmate, Ferelux. ¿Nunca te contaron acerca de Pinocho y sus molduras de madera? Resulta que un distinguido carpintero de Oslo…
TILMENA.- Pobre, mi pajarito. Se aburre. Siente el tedio de la transformación. Qué tal si lo entretenemos con un juego…
FERELUX.- ¿Un juego? ¿Cómo?
TILMENA.- Muy sencillo. Con este dado más grande que una pelota, después de arrojarlo sobre un casillero… (Arroja el dado. A Ferelux.) Deberás avanzar cuatro ubicaciones.
FERELUX (avanzando).- Un, dos, tres, cuatro…
TILMENA.- Tu turno, Morphes. (Arroja el dado.) Cinco casilleros. Sigue Curcusa. (Arroja el dado.) Un dos. Perdiste. Retrocedes dos lugares. Y ahora, con cada movimiento, ensayaremos las instrucciones de los superpanza. (Arroja el dado.) ¡Cuatro!
FERELUX.- Prometo no hacer el tonto.
TILMENA.- ¡Seis!
MORPHES.- Prometo no repartir mis excentricidades.
TILMENA.- ¡Tres!
CURCUSA.- Exijo a cambio de mi pipa un peso justo.
TILMENA.- ¡Ocho!
FERELUX.- No debo enmudecer ni debo beber de los agujeros olvidados.
TILMENA.- ¡Siete!
MORPHES.- Siendo tantos, olemos a perro y nos disecamos en la pasión, al ver los rabos bellos.
TILMENA.- ¡Cinco!
CURCUSA.- Seré manso con quienes me acosan y amigo conmigo en la melancolía.
TILMENA.- ¡Nueve!
FERELUX.- Ponte a resguardo de las sirenas a caballo y de los cangrejos que se acercan serruchándose los dientes.
TILMENA.- ¡Doce!
MORPHES.- Si te llaman de la ultratumba, respóndeles que aguarden.
TILMENA.- ¡Otro doce!
CURCUSA.- Cuando la cola del cometa haga una “U”, nacerán tronos de los capullos más comunes.
FERELUX.- ¡Basta, por Dios! Me zumba la cabeza.
CURCUSA.- ¡Qué! ¿Te das por vencido? Esquiva esta. (Le tira un golpe.)
FERELUX.- Espera a que te agarre.
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CURCUSA.- ¡Espléndida mañana! El escarabajo hace rodar una pelota de caca sobre la arena, mientras el caracol ventila su casa.
MORPHES.- Hola, villano. ¿Has visto a mi discípulo, el comodín de la superpanza?
CURCUSA.- Ferelux ha sufrido un pequeño traspié. Con mi nuevo aparatejo, al que puse por título Propagador Galvanizado Mediano, logramos coserle la boca como si se tratase de una sardina escurridiza.
MORPHES.- Intentaremos oponer un campo magnético con este paraguas. (Lo abre.) Los efectos de tu propagador rebotarán contra la tela, y así las ondas psicopáticas se retransmitirán por el aire. (Opone el paraguas al aparato.)
CURCUSA.- Bonita artimaña, Padre Morphes. Veremos qué tan listo eres. ¡Allí va! (Le apunta con el Propagador Galvanizado. Sonido de ondas telepáticas. Curcusa de a poco empieza a desinflarse.) “Pero eso es…. ¡obsceno! ¡Estas son personas! ¡No computadoras! ¡No chatarra que se puede programar aaa… …AHHGH… ¡¡AAHHHHHHHHGHH!!” (Cae al piso.)
MORPHES.- Este tenía más aire que una corneta. Parece que mi campo magnético es muy sensible a las válvulas. De esto hemos aprendido la siguiente enseñanza: lo que hoy no sale por la boca, mañana quiere salir por las orejas.