Monstruos
Textos de Marcos Ibarra; pinturas de Elisa O’Farrell,
esculturas y performances de Adrien Lamm
Dormir sobre un volcán, Elisa O’Farrell; óleo sobre tela, 1,80 x 1,45, 2022-2025
1
No pensé en el monstruo, en ese momento creí que era Amalia, así que abrí la puerta sin preguntar quién llamaba. Ansiaba tanto la llegada de Amalia que no pensé en el monstruo, mi mente dibujaba la llegada de ella, sonriente y bien arreglada como siempre, pronta a pasar la noche conmigo para espantar al monstruo.
Pero era el monstruo y lo primero que me mostró a la cara, con furia, fue la cabeza de Amalia arrancada de cuajo de su cuerpo que quién sabe dónde y en qué condiciones habría quedado.
2
No hay monstruo –dijo mi padre con firmeza– dormite de una vez, papá estará cuidando que no aparezca nadie ni nada. Cerré los ojos pero mantuve una hendija de párpados abierta. Desde mi cama veía un rectángulo estrecho de luz de la puerta entrecerrada que comunicaba con el otro cuarto. Me adormilaba cuando vi a mi padre que se convertía en el monstruo.
Dormir sobre un volcán, Elisa O’Farrell; óleo sobre tela, 1,80 x 1,45, 2022-2025
Dormir sobre un volcán, Elisa O’Farrell; óleo sobre tela, 1,80 x 1,45, 2022-2025
3
Cecilia me dijo que no me acercara, soy un monstruo me dijo, pero su rostro lleno de luz en el que francos ojos grises protagonizaban una escena de ternura sin igual me hechizaron, provocando que me lanzara a besar sus labios carnosos de un rosa brillante. Sus fauces se abrieron, la trinchera de colmillos arrancaron mi cara como quien despega un sello.
4
Aterrorizado por el animal que emergió de la laguna, corrió hacia la garita del guardián de seguridad del parque. El guardián leía un periódico, el otro llegó gritando, señalando hacia la laguna. El guardián rotó su cuerpo para ver, ambos quedaron en silencio observando al animal que se acercaba rápido y amenazante. El otro sintió un chasquido líquido, miró hacia el guardián que elongaba una lengua espinosa que se enroscó en su cuello, apretando. Ambos –el monstruo de la laguna y el guardián– desayunaron.
5
Me enamoré de una joven que se transforma en monstruo cada dos lunas llenas. Esas lunas evitamos vernos por sugerencia de ella. Mi curiosidad por verla transformarse me llevó a espiarla una de esas lunas. Apostado tras la ventana de su dormitorio pude ver cómo tres enormes hombres la tenían atada y la sodomizaban con sus cuerpos y con aparatos, mientras ella gozaba con un placer desconocido para mí.
La luna en la casa, Adrien Lamm; extracto del proyecto para La nuit Blanche 2025; pintura sobre madera.
6
La arañita del rincón superior derecho del techo de la cocina tiene un cuerpo muy pequeño, hay que fijar bien la mirada para darse cuenta de que, lo que parece una mota de polvo en una tela de araña, es ella. También fue arduo notar que lo que durante dos días recorrió mi brazo derecho por debajo de la piel, era ella. Lo supe cuando emergió por un pequeño agujero que hizo entre el dedo mayor y el anular. Dolió, y más al salir con un cuerpo grande, que se hizo aún más grande al estar frente a mí, con mi brazo convertido en una tripa sin relleno, su cantidad de ojos y una boca en sonrisa fue lo último que vi, con tal espanto que aún en mi estado actual, que supongo de muerte, no logro superar.
Las tres gracias, Adrien Lamm; yeso, plastilina, pigmentos, resina, 15/8 cm.
7
Usted es su propio monstruo –dijo el sicólogo– se asusta de sí mismo porque cree que es mutante y malo, se castiga encerrándose convencido de que puede dañar a otras personas. La sesión terminó, con mi garra violeta le pagué, recogí mi cola dentada, sequé mi baba viscosa y me fui por el pasillo hacia mi apartamento.
8
Acariciaba sus nalgas mientras nos besábamos, su mano que recorría mi cuello bajó hacia mi entrepierna, mis dedos ahora entraban en sus agujeros, los suyos apretaban mi bulto, gemidos, saliva, palabras sucias, manoseos, penetración, movimiento lento al principio, rápido después. Miré al espejo, mi imagen de doble cuerpo en uno y mi masturbación semanal era majestuosa, a la vez que me invadió un sentimiento de soledad propia del monstruo, diferente a las soledades de la gente.
9
La niña de los rizos recorría el jardín despreocupada, jugaba con las flores y las hojas, hablaba sola estableciendo un diálogo con nadie. Tras un algarrobo orinaba el monstruo, ancho cuerpo escamoso que emitía tres brazos y cuatro piernas. La niña se paralizó justo frente a él, boquiabierta apretaba un grito en su garganta. El monstruo con su miembro orinando asido por una de sus manotas, rotó. El chorro alcanzó a la niña que se disolvió en pocos minutos. El charco que antes fue la niña, fue chupado por la tierra. Días después, allí mismo brotó un arbusto enjuto, con ramitas y hojitas graciosas que formaban rizos, que el monstruo comenzó a regar asiduamente mientras conversaba con nadie.
La mierda y el falo, performance musical, material y textual de Adrien Lamm con Céline Ahond, en homenaje a Pierre Mercier, CONCERN, Cosne-d’Allier, octubre de 2021.
10
Bebía el café con leche alternando mordiscos a una rodaja de pan con manteca. Balanceaba sus piernas bajo la mesa. Tenía el pelo húmedo por la ducha reciente. El sol acribillaba el vidrio de la ventana y unas golondrinas trazaban rutas sinuosas y rápidas. Hubo un oscurecimiento rápido, repentino, categórico. La taza, la rodaja de pan a medio comer, quedaron suspendidos en un aire que se cargó de partículas densas, que envolvieron al niño recién duchado hasta convertirlo en un cilindro oscuro y quieto. La nueva forma se fue reconfigurando, ahora un monstruo estaba sentado a la mesa mirando el desayuno con asco. Miró hacia afuera, estiró un brazo y alcanzó a varias golondrinas que devoró en un santiamén. De otra habitación se escuchó la voz de la madre que preguntaba al niño si estaba listo para irse a la escuela. La voz del niño dijo «sí mami» a la vez que de las mismas fauces ulceradas que hablaron, varias plumitas eran expulsadas cayendo en zigzag hacia las baldosas de cerámica lustrosa del piso de la cocina.
…
