No pensar
acuarelas de Pablo Rosales y Trípticos cotidianos,
diario destilado de acciones, por Pablo Martín Ruiz
No pensar
2021
Viernes 5 de marzo
1. Contacté a la persona que prepara mis impuestos anuales. Tengo que mandarle los papeles.
2. Descargué de WeTransfer audios de la música de Lucio que nos mandó desde Berlín a amigos y conocidos: sus discos Elemental Pulse de 2019 y Epimoric Tide de 2020, más otros dos
trabajos en colaboración. Elemental Pulse incluye una grabación de campo nocturna hecha frente a un lago en Polonia donde vivió Kieslowski.
3. Hice por primera vez pollo al estragón, con receta de mi madre. Adquisición de la pandemia: un saber hacer culinario que siempre había ubicado como un deseo para un futuro indefinido.
El futuro son cenas como esta. Lo acompañé con papas hervidas y vino blanco, quedó más que bien.
Sábado 6 de marzo
1. Vi la película de animación When the Wind Blows, del director norteamericano-japonés Teruaki Jimmy Murakami, con música de Roger Waters y canción de apertura de David Bowie,
basada en una novela gráfica del artista británico Raymond Briggs. Recomendación de Paula Fleisner, disponible gratis en el sitio Tubi. Una joya de diálogos precisos centrada en un
matrimonio de jubilados que viven en una casa alejada de la ciudad durante un ataque nuclear soviético a Inglaterra en los años ‘80. La animación combina dibujos con stop motion de objetos reales.
2. Se me ocurrió hacer un diario en el sentido más tradicional y hasta literal del género, que consista en seleccionar cada día, de los innumerables actos cotidianos, tres acciones, tres cosas que haya hecho durante el día (que pueden ser también acciones mentales, como imaginar algo o recordar algo). Y que el diario fuera estrictamente eso, el listado de tres acciones por día, en lo posible sin reflexiones, sin ideas, sin intentos de elevarlo literariamente, sin retórica, solo acciones en el sentido más elemental de la palabra y sin jerarquías, que incluya acciones tanto significativas como triviales y que las trate a todas como si tuvieran la misma importancia.
Como si se abriera una caja llena de bolitas o de caramelos o de fotos y hubiera que elegir de entre la multitud de opciones tres cualquiera, que incluso podrían no estar en la caja si no fuera por el hecho de ser seleccionadas. Sería un registro caprichoso y como entrecortado del fluir del tiempo, una especie de tartamudeo del tiempo, una imagen triple simultáneamente fija y cambiante de cada día y de cada noche, armado con un criterio de selección arbitrario y un poco misterioso hasta para mí mismo. Creo que lo voy a hacer.
3. Recibí en mi casa el libro de Laurie Anderson All the Things I Lost in the Flood, que había encargado online hace unos días a través de Amazon. Está escrito a partir de la experiencia de haber perdido gran parte de sus cosas, especialmente archivos y objetos relacionados con su historia como artista y performer, en la inundación del subsuelo de su casa en Nueva York causada por el huracán Sandy de 2012. Estoy en un momento muy Laurie Anderson, después de haber visto su primera y magistral Norton Lecture de la serie de seis que está dando este año.
Ya tengo ganas de traducirlo aún antes de haberlo leído.
Domingo 7 de marzo
1. Chequeé el pronóstico del tiempo y vi que el miércoles y el jueves de esta semana la temperatura va a llegar a los 15 grados por primera vez desde noviembre. Después va a bajar
otra vez, pero ya se acerca la primavera.
2. Leí que Laurie Anderson empezó desde temprano en su carrera a usar su voz distorsionada en baja frecuencia para que parezca la voz de un hombre. Fue, explica, una manera de
desarrollar un doble, un alter ego, un otro de sí misma. Lo llama “máscara sonora”, denominación genial en su simpleza. Porque no solo funciona de manera análoga a las
máscaras visuales, sugiriendo una identidad alternativa en reemplazo de la dada, sino que se trata de las dos únicas máscaras posibles. No puede haber una máscara táctil, o gustativa, u olfativa, ni de ningún otro tipo. La cara y la voz son nuestras únicas caras.
3. Vi un buen rato de la final del torneo ATP de Buenos Aires entre los argentinos Diego Schwartzman, el nueve del mundo, y Francisco Cerúndolo, el finalista sorpresa. Ganó
Schwartzman 6-1 6-2, aunque el partido fue algo más peleado de lo que el resultado sugiere. Lo vi en la computadora, en el sitio de streaming pirata Batman Stream.
Lunes 8 de marzo
1. Tuve una reunión por Zoom del Workload Committee de mi departamento en Tufts (en el que reemplazo por este semestre a una colega que está de sabático) para decidir si se les
concedía a dos colegas el pedido de enseñar un curso menos el próximo semestre como compensación por trabajo adicional hecho en otras áreas. Ambos pedidos fueron concedidos.
Una de ellas había hecho tanto trabajo adicional que le concedimos no uno sino dos cursos menos, en semestres consecutivos.
2. Escuché el CD triple Enclosure 5 de Harry Partch, que compré online y acabo de recibir.
Incluye sus obras de motivo griego, entre ellas King Oedipus, una especie de ópera danzada, la obra que Partch consideraba la más importante de las suyas y que compuso y modificó a lo largo de más de treinta años. Está basada en la traducción del poeta irlandés W. B. Yeats, a quien Partch visitó en su estudio en Dublin en 1934 y que le dio su aprobación. En 1934 Partch ya había compuesto el esquema general de la obra, aunque la completó recién en 1951. En 1952 se hizo la primera representación. Pero los herederos de Yeats le negaron los derechos para grabarlo, por lo que en 1954 cambió el texto por una versión con un registro más coloquial y americanizado. En 1967 volvió a modificar la partitura con cambios en la instrumentación. El diálogo final, después de que Edipo se sabe un parricida incestuoso, consiste en sílabas sin sentido proferidas en un clímax musical.
3. Hice arroz para acompañar una pechuga de pollo de cena. Por primera vez apliqué la técnica de lavar los granos de arroz para sacarle el almidón antes de cocinarlo. Queda mejor.
Martes 9 de marzo
1. Escuché la canción de Laurie Anderson “One White Whale” y busqué la letra:
How to find you, maybe by your singing
A weird trail of notes in the water
One white whale in all these oceans
One white whale
Slipping through the nets of silence
Under polar Ice-Caps miles down
You leave your echoes in the water
One white whale in all these oceans
One white whale
[Cómo encontrarte, tal vez por tu canto
Extraño reguero de notas en el agua
Una ballena blanca en los océanos
Una ballena blanca
Escurriéndote entre las redes del silencio
A leguas de profundidad bajo capas de hielo polar
Vas dejando tus ecos en el agua
Una ballena blanca en los océanos
Una ballena blanca]
Es parte de una performance basada en Moby Dick que nunca editó en libro ni en disco ni en video. Algunas de las canciones, incluida esta, aparecen en el disco Life on a String. Laurie Anderson pertenece a una lista de artistas marcados por Melville y que produjeron a partir de Melville, como Malcolm Lowry, Frank Stella, Laszlo Krasznahorkai. Los balleneros de las artes, digamos, entre los que me incluyo.
2. Descubrí en el azar de internet al arquitecto norteamericano Lebbeus Woods. Las imágenes que vi me parecieron geniales. Un visionario de la arquitectura conceptual y fantástica, es decir, de la arquitectura que existe en papel, no en construcciones, y que solo puede existir en papel y en ideas. El género en el que descollaron, entre otros, los rusos Brodsky y Utkin. Edificios flotantes, ciudades subterráneas, proyectos bajo el agua. No entiendo cómo no me crucé antes con su trabajo. Además se llama Lebbeus, un nombre no muy olvidable.
3. Traduje la letra de la canción “One White Whale” de Laurie Anderson para incluirla en una entrada del proyecto de diario de entradas triples. (“Diario típico atípico en trípticos diarios”: dudosísimo nombre del proyecto para usar los días en que quiero hacer juegos de palabras, que espero que no sean muchos.)
Miércoles 10 de marzo
1. Revisé mis notas sobre arquitectura fantástica y encontré esta frase que debo haber anotado hace seis o siete años: “Lebbeus Woods (May 31, 1940 – October 30, 2012). American architect and artist known for his unconventional and experimental designs.” Vaya un brindis en honor a mi memoria y su infinita capacidad para el olvido.
2. Estuve un rato mirando propiedades en venta en Buenos Aires en un portal inmobiliario, algo que ya hice otras veces durante la pandemia, tal vez como modo de contrarrestar la
imposibilidad de viajar. Y de paso alimentar las fantasías jubilatorias de volver un día a instalarme en Buenos Aires. Hay un atractivo extra en esta actividad de deriva online: es una manera muy eficaz, tal vez en realidad la única, de concretar el deseo de entrar a las casas ajenas y ver dónde y cómo viven los demás. Las ciudades, con su interminable sucesión de puertas infranqueables, parecen ceder en su afán de exclusión y de pudor y nos permiten, en estos supermercados de propiedades, cumplir con la vieja fantasía de asomarnos a las casas de los otros. Incluso se pueden ver de cerca partes de las casas que a veces no vemos aún si las visitamos, como la cocina o los baños. Después de haberlo hecho algunas veces, mi imagen de la ciudad de Buenos Aires es otra.
3. Desayuné un café con dos tostadas: una con manteca y dulce de leche (marca Cachafaz) y la otra con manteca y mermelada de higo (marca Bonne Maman). Marcas que, después de haber
probado muchas de las otras disponibles, considero superiores.
Jueves 11 de marzo
1. Pensé que para el proyecto de diario de entradas triples podría anotar acciones antes de hacerlas (por ejemplo, hoy 11 de marzo, anotar una o dos acciones del 12 de marzo) como un modo menor de escritura profética o anticipatoria. Después, por supuesto, estaría obligado a vivir esas acciones anotadas. Sería un modo de hacer que la escritura le imponga condiciones a la vida, una vuelta de tuerca a la escritura bajo restricciones que consistiría en vivir bajo restricciones, donde las restricciones están dadas por la escritura. De hecho, esta entrada la escribo el 10 de marzo a la mañana, mientras entra el sol por la ventana y yo me entretengo con la idea de documentar el futuro.
2. Fui al parque para aprovechar que los pronósticos se cumplieron y la temperatura no solo superó los 15 grados sino que llegó a 23. Primera vez que voy al parque desde principios de noviembre. Estaba lleno de gente y sobre todo de niños. Y de perros paseados por sus dueños.
Si a los meses de frío se les suman los meses de pandemia, se entiende la sensación que tuve de estar no entre personas sino entre seres extra galácticos. Saqué varias fotos con el teléfono y las mandé por whatsapp al grupo de mi madre y hermanos. Me senté en una piedra al lado del arroyo. Miré un árbol muy grande que tiene una copa con ramas largas que se tuercen hacia arriba como brazos que le piden algo al cielo.
3. Leí sobre el affaire Sarlo y las vacunas para el COVID en las noticias argentinas. Triste papel de Sarlo. Una muestra más de cómo el antiperonismo puede llevarse puesta la inteligencia hasta de los más formados y brillantes. Un festín para Clarín y La Nación, firmes en el proceso de estos últimos años de transformarse en fabricantes de detrito informativo y máquinas de propaganda conservadora.
Viernes 12 de marzo
1. Fui a hacer las compras al supermercado (que entre paréntesis hace ya un año que es prácticamente mi única actividad social, dos veces por mes). Fui al Market Basket de Waltham,
que alterno cada quince días con el Trader Joe’s de Fresh Pond. Me llamó la atención algo que durante años había visto sin ver en el sector de papel higiénico. Una de las marcas se llama Angel Soft y tiene en los paquetes la imagen de un ángel, que consiste en la foto de la cara de un niño sonriente con unas alas blancas dibujadas que le salen de la espalda. Otra de las marcas se llama Charmin y tiene en los paquetes la imagen de un oso dibujado que se acerca un rollo de papel a la cara con expresión de éxtasis o de enamoramiento. ¿Cuál es el mecanismo por el que alguien en esas marcas decidió que había que asociar el acto de limpiarse los excrementos, o más bien el instrumento de esa limpieza, con seres del reino espiritual o del reino animal? ¿A qué fantasías que desconozco apelan esas imágenes? Misterio que los nombres prolongan, porque ¿qué puede haber de “charming” o de angelical en todo esto? En cambio, las marcas Cottonelle y Scott prescinden pudorosamente de imágenes en sus paquetes y de sentidos sugeridos en sus nombres (más allá del inocuo algodón afrancesado de “cottonelle”). Agrego que de los muchos misterios que rigen el mundo de la publicidad y la promoción de marcas, el mayor misterio es que funcione.
2. Descubrí una mancha de grasa o aceite en mi pantalón marrón cuando me lo estaba poniendo esta mañana. Apliqué una dosis de Tintoaero Melville, el legendario quitamanchas argentino que no dejo de traer en cada viaje. Supongo que debe contener todo tipo de sustancias potencialmente tóxicas, o tóxicas directamente en acto, que hacen inviable la venta de productos análogos en otros países, pero solo lo supongo. Unas horas después había producido su magia habitual. Me pregunto si los fabricantes argentinos que lo bautizaron también eran fanáticos de Moby Dick.
3. Hablé con mi madre por teléfono. Le conté de los ingredientes de cocina que había comprado en el supermercado, como unas ciruelas y damascos disecados para hacer tajine de cordero o de pollo. Ella asoció el tajine con el cuscús y empezó a hacer una larga disquisición sobre los tipos de cuscús (que yo le decía que era un tipo de pasta chiquita y ella me decía que era más como una sémola; en realidad, es las dos cosas, porque la sémola es básicamente una pasta) y la necesidad de hidratarlo, cosa que me decía que las mujeres marroquíes hacen con las manos, sobre lo que yo no tenía idea. Efectivamente, después vi videos online en los que las mujeres hacen todo el proceso de hidratación, separación y preparación del cuscús con las manos, transformando la actividad en una especie de danza o de coreografía.
Sábado 13 de marzo
1. Comí unas rodajas del pan casero que esta mañana, como suele hacer una o dos veces por mes, colgó en una bolsa del lado de afuera de la puerta de mi casa mi vecino Angelo, un griego que debe andar por los setenta años que emigró a EEUU hace ya varias décadas. Lo comí con unos pedazos de queso y con un poco de hummus con aceite de oliva.
2. Seguí las partidas de ajedrez del argentino Alan Pichot en el torneo online de partidas rápidas (quince minutos por jugador) organizado por el campeón mundial Magnus Carlsen con casi todos los mejores jugadores del mundo. Pichot jugó por haber ganado un mini torneo clasificatorio unos días antes. No le fue bien en las cinco partidas del día (empató dos y perdió tres). En los comentarios, alguien mencionó a Oscar Panno, que a los 85 años sigue conectado al ajedrez y hace unos días entrevistó al armenio Aronian. Me acordé de que conocí a Panno en Mar del Plata cuando era chico. Mi padre había sido compañero de estudios de Panno cuando ambos hacían la carrera de ingeniería en la UBA y lo recordaba con mucho afecto. Cuando vio que estaba jugando en el torneo de Mar del Plata, donde estábamos de vacaciones, se acercó a saludarlo y me llevó con él.
3. Recibí un email de mi alumna brillante Jennifer F. contándome que la aceptaron para hacer una maestría en la Fletcher School de Tufts. Me agradecía por haberle escrito una carta de recomendación. Incluyó dos fotos de una tarjeta de agradecimiento que me dejó en mi casilla del departamento, para que la viera por si no estoy yendo a la oficina por la pandemia. Una buena noticia.
Domingo 14 de marzo
1. Abrí el diccionario de vanguardias de Richard Kostelanetz que tengo sobre la mesa del living y me crucé con la entrada sobre Moholy-Nagy, el genio húngaro de múltiples disciplinas, incluida la educación. Kostelanetz es muy elogioso de Vision in Motion, el libro póstumo de Moholy que algunos consideran el primer libro de artista. Se publicó en 1947, al año siguiente de la muerte de Moholy. Era básicamente el proyecto de programa de formación para la escuela de diseño de Chicago, donde Moholy había llegado exiliado varios años antes después de hacer algo similar en la Bauhaus. Encontré el libro online en PDF y lo bajé. Fascinante libro, por su contenido y por su diseño. Tiene una sección sobre literatura, área en la que Moholy evidencia un conocimiento que sorprende en quien no era primariamente un literato. Presenta un panorama detallado de la literatura de vanguardia y se detiene especialmente en Joyce y en el Finnegans Wake. Lo voy a leer con cuidado.
2. Pensé que para que este proyecto de diario tríptico de acciones tenga alguna solidez tendría que empezar por definir el concepto de acción. Desde qué es una acción hasta cuándo empieza y cuándo termina una acción, o quién ejecuta una acción, o en cuántas partes se puede descomponer una acción, las preguntas y las respuestas posibles se multiplican. Ejemplo: si escribo “terminé de leer el libro X”, parece ser una acción, muy simple y concreta. Y lo es. Pero en realidad no es solo una acción sino una parte de una acción más prolongada que es la de leer el libro, que se prolonga normalmente durante varios días. También, a su vez, es una acción compuesta por una serie de micro acciones, que no por ser micro son menos acciones que la acción mayor: agarrar el libro, abrirlo en determinada página, llevar la vista por una sucesión de frases, pasar las páginas, mantener la concentración durante ese tiempo, distraerse en algunos momentos, etc. No hay acción que no sea una micro acción de otra mayor ni una macro acción de otras menores. Los verbos rara vez significan una acción, sino más bien un resumen de una serie de acciones o un fraccionamiento de alguna otra acción mayor, como un sistema de cajas que contienen cajas menores y que a su vez son contenidas por otras mayores, verbos dentro de verbos dentro de verbos. Todos, a su vez, hijos o derivados del verbo que está en el origen de todos y que a todos los contiene: el verbo “ser”, que tal vez ni siquiera sea una acción. Este diario es un tratado del verbo.
3. Completé la décima de las “improvisaciones visuales”, como las llamo, que empecé a hacer a mediados de la pandemia, en un pequeño cuaderno de hojas en blanco que compré en México el año pasado con este propósito. Fue la primera en varias semanas. Me gusta cómo quedó. Es un diseño que parece intrincado y complejo pero que se basa en un procedimiento simple: primero, dibujar casi al azar varias figuras geométricas (triángulos, rectángulos, cuadrados, círculos, óvalos) de modo que se superpongan. Después, en las áreas de formas azarosas formadas por la intersección de las figuras, trazar una línea interior paralela a sus contornos arbitrarios. Y eso es todo. Este dibujo lo dejé en blanco, solo con las líneas. Pero es posible que repita el procedimiento para llenar algunas áreas con tinta negra o con colores.
Lunes 15 de marzo
1. Di una clase sobre Pedro Páramo de Rulfo. Creo que nadie narró la muerte como Rulfo. Tal vez incluso nadie siquiera pensó que la muerte podía ser narrada así. Acá la muerte de Susana San Juan:
Entonces Susana San Juan pareció recobrar vida. Se alzó en la cama y dijo: “¡Justina, hazme el favor de irte a llorar a otra parte!”. Después sintió que la cabeza se le clavaba
en el vientre. Trató de separar el vientre de su cabeza; de hacer a un lado aquel vientre que le apretaba los ojos y le cortaba la respiración; pero cada vez se volcaba más como
si se hundiera en la noche.
La de Pedro Páramo, con la que se cierra la novela:
Se apoyó en los brazos de Damiana Cisneros e hizo intento de caminar. Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por dentro; pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe
seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras.
La de Juan Preciado, narrada en primera persona, como un recuerdo:
Salí a la calle para buscar el aire; pero el calor que me perseguía no se despegaba de mí. Y es que no había aire; sólo la noche entorpecida y quieta, acalorada por la canícula de
agosto. No había aire. Tuve que sorber el mismo aire que salía de mi boca, deteniéndolo con las manos antes de que se fuera. Lo sentía ir y venir, cada vez menos; hasta que se
hizo tan delgado que se filtró entre mis dedos para siempre. Digo para siempre. Tengo memoria de haber visto algo así como nubes espumosas haciendo remolino sobre mi
cabeza y luego enjuagarme con aquella espuma y perderme en su nublazón. Fue lo último que vi.
2. Protagonicé un episodio de comedia en mi otra clase. Estaba mostrando y explicando unas imágenes del indignado cronista inca Guaman Poma (usando la función compartir pantalla de
Zoom) cuando vi que mi mouse se desconectó por falta de pilas. Como sin mouse no hubiera podido completar la clase, era un problema a solucionar. Sin dejar de hablar de la imagen que estaba en la pantalla, agarré el teclado, abrí el compartimento de las pilas, las saqué, abrí el mouse, saqué las pilas gastadas, puse las del teclado, reencendí el mouse y vi cómo se reconectaba en el momento exacto en que ya iba a tener que decirles a los alumnos que estaba con un problema técnico. Buen ejemplo, por otra parte, de una acción que es una sucesión de acciones atomizadas.
3. Pensé que los escritores son gente que hace lo que hace para recibir elogios, premios y reconocimiento. O sea, para que los aplaudan.
Martes 16 de marzo
1. Fui por primera vez a un mini mercado de mi barrio para comprar pilas para la computadora. Descubrí que tienen una amplia selección de vinos de distintos lugares del mundo, y hasta algunas botellas de sake japonés.
2. Saludé a Maxi Spina por su cumpleaños, en una salutación colectiva a través del grupo de whatsapp en el que estamos los amigos que nos conocimos haciendo nuestros doctorados en
Princeton.
3. Preparé clases, corregí trabajos de alumnos, contesté emails, cené fideos con pesto casero, tomé una copa de vino, escuché un disco de Arvo Pärt: tendría que inventar un verbo que englobara todas estas acciones. Y que cuando se escuche, el oyente entendiera qué acciones son las incluidas en ese verbo. Sería una especie de idioma analítico de Wilkins aplicado no a los sustantivos sino a los verbos, no a las cosas sino a las acciones. (Pregunta: ¿son válidas para este diario las acciones que ocurren en el momento de escribir acciones? Fue mientras escribía esta entrada que pensé en la posibilidad del idioma analítico de acciones. ¿Sería por lo tanto una entrada válida “Pensé en la posibilidad de un idioma analítico de acciones”? Se trata de una acción, necesariamente mental, derivada de la acción de escribir acciones. Dicho de otra manera, es una acción que es consecuencia de una escritura de la que las acciones son la causa.
En tanto acción es tan legítima como cualquier otra. Pero su génesis (surge de la escritura) y su temporalidad (es simultánea a la acción de escribir) le dan otro status. Este diario es dos diarios: el de acciones y el de acciones mentales derivadas de la escritura de acciones. Y así sucesivamente.)
Miércoles 17 de marzo
1. Pensé que escribir, como estoy haciendo hasta ahora, acciones diferentes no solo para cada día sino entre los días, genera el efecto engañoso de que mis días son esencialmente disímiles entre sí, cuando la realidad es la opuesta, dado especialmente que todo ocurre en pandemia.
También pensé, a modo de consuelo y justificación, que escribir entradas disímiles es también una manera de enriquecer mis días y atenuarles su grosera monotonía. O sea, escribir este diario modifica los días acerca de los cuales escribo.
2. Pensé que si por el contrario escribiera acciones repetidas entre los distintos días, podría generarse el efecto, creo que atractivo, de que el tiempo se repite o incluso, mejor aún, de que dos días diferentes son en realidad el mismo. (Pregunta: ¿es esta reflexión una acción diferente de la anterior? ¿O debería considerarse su continuación natural y por lo tanto como parte de una misma y única acción?)
3. Recibí un email de mi seguro médico avisándome que el gobernador de Massachusetts anunció esta tarde que mi grupo de edad va a estar habilitado para vacunarse a partir del 5 de
abril. Se va acercando el fin de esta pesadilla. Ahora tengo que averiguar cómo conseguir turno.
Jueves 18 de marzo
1. Corregí trabajos de alumnos del curso panorámico de literatura latinoamericana del período colonial. Primera parte del curso, de Colón a de las Casas. Flojo nivel de casi todos, lo que exacerba la irritabilidad y la sensación de tormento que me produce corregir en general.
Encima hago la corrección en versiones electrónicas de los trabajos, en Word o en PDF, lo que me lleva mucho más tiempo que la corrección en papel de tiempos normales. Que alguien
invente la vacuna contra la corrección, el unánime calvario de los educadores.
2. Salí al jardín de mi casa, en medio de la llovizna, a levantar el container para bolsas de basura que esta tarde se volcó solo, como movido por un espectro. ¿El viento? ¿Una ardilla? ¿Un pájaro? ¿El mal?
3. Recibí una carta de la empresa de gas con mi consumo durante el último mes comparado con el consumo de gas de mis vecinos. “Vecinos” quiere decir, supongo, la gente de la zona. La carta incluye tres cantidades: mi consumo, el consumo promedio en mi barrio y el consumo de los vecinos más eficientes. Mi consumo es más bajo que las otras dos medidas, lo que, me informan, me permitió ahorrar ciento veinte dólares en los últimos seis meses.
Viernes 19 de marzo
1. Leí el manifiesto “El arte nuevo de hacer libros” de Ulises Carrión para la reunión holobiente con Claudia y Paula. Gran texto, del que había oído hablar muchas veces y nunca leí completo.
Inteligentísima disociación de libro y texto, con muchas resonancias con Caja continua de voces.
2. Me reuní virtualmente con Claudia y Paula, retomando nuestras reuniones de los viernes después de una pausa de dos semanas. No hablamos de Carrión, sino que trabajamos en la
carta de invitación a nuevos participantes del proyecto holobiente, a partir de un borrador de Claudia. Fue una buena sesión, con ideas y energía creativa de parte de los tres.
3. Escuché en YouTube la hermosísima versión con video de animación de “Ludmila” de Spinetta, a cargo de la japonesa Kotringo y el grupo argentino Cribas. La escuché varias veces.
Se la mandé a Paloma.
Sábado 20 de marzo
1. Recordé que en el Diario del año de la peste, Defoe cuenta que hubo casos en que se tapiaban las casas de los enfermos con los enfermos adentro.
2. Fui a mi oficina después de varias semanas porque necesitaba imprimir un par de documentos. Me encontré con la sorpresa de que mi computadora se negaba a mantener
abierto el programa Adobe para manejar PDFs, que es justamente lo que yo necesitaba usar.
Estuve una hora y diez minutos al teléfono con un técnico de la universidad hasta que pudo arreglar el problema. Momento de furia y ganas de romper máquinas.
3. Descubrí que en la parte de atrás de mis cubiertos (cucharas, tenedores y cuchillos) hay grabado un “18/10”. Creí que sería un modelo de esa marca de cubiertos, pero en realidad es el tipo de acero inoxidable del que están hechos y es una inscripción genérica que aparece en cubiertos de distintos fabricantes. Los números indican que la aleación del acero tiene 18% de cromo y 10% de níquel, una combinación bastante común para productos de cocina. Otras aleaciones que suelen encontrarse son 18/8 y 18/0. Esta última, sin níquel, parece ser menos recomendable porque está más sujeta a rayaduras. El cromo es la sustancia que impide la corrosión del acero. 18 y 10: dos números que me llevaron a las sustancias naturales, a la química, a la historia de los materiales, a los miles de ensayos y pruebas que se deben haber hecho hasta llegar a esas cantidades precisas para obtener la mejor aleación, a la idea de que una aleación es una forma de entidad mestiza o simbiótica.
Domingo 21 de marzo
1. Pensé que las entradas de este diario deberían ser escuchadas como si fueran leídas por la voz de Laurie Anderson, con esa cadencia que es una de las marcas de su genio.
2. Conversé con mi familia (madre, hermanos, cuñado) por Zoom, como todos los domingos desde hace hoy exactamente un año. Es un hábito que seguramente sobrevivirá a la pandemia,
uno de los efectos benéficos de este año maléfico: un modo de comunicación para grupos desarmados por la geografía.
3. Pasé un escobillón por la cocina y el living, donde se había acumulado bastante polvo. Alguna vez leí sobre el polvo, qué es y cómo se forma. La impresión que tuve hoy es que el polvo es un nexo entre la materia y el espíritu. Pensé no que el polvo es algún tipo de materia que se va deshaciendo y que va desprendiendo partículas en su camino hacia la disolución, sino que son espectros inmateriales que de a poco se filtran y corporizan en el mundo adoptando esas formas mínimas y etéreas de lo sólido en su camino hacia la materialidad. Nueva propuesta para el universo: todo tiende a la materia. O dicho con el viejo adagio: nada se pierde, todo se transforma. En materia.
Lunes 22 de marzo
1. Di una mala clase sobre Sor Juana por Zoom. Manejé mal el tiempo, hablé muchísimo, adapté muy rústicamente el contenido a la modalidad virtual, terminé armando una hora y cuarto de contenidos imprecisos, con una deriva difusa y desordenada sobre distintos pasajes de la para los alumnos impenetrable “Respuesta a Sor Filotea”. Pero sí les quedó claro que el profesor piensa que Sor Juana es una de las mentes más geniales y extraordinarias de todos los tiempos.
2. Contesté los siguientes dos emails de alumnos. En uno, una alumna me pedía que por favor le ampliara el plazo de entrega del segundo trabajo porque había tenido que preparar dos
presentaciones para otros cursos y quería hacer un buen trabajo para mi curso. En realidad, no tenían que entregarme ningún trabajo esta semana. En el otro, un alumno me avisaba que se rompió el talón de Aquiles y que por lo tanto iba a tener que faltar a la clase del jueves porque lo tenían que operar. Pero nuestro curso no se reúne los jueves sino los miércoles. Qué raro que estos dos emails desatinados me hayan llegado el mismo día.
3. Pensé que es un error pensar que vivir es hacer cosas. Mejor: es un error pensar que vivir es hacer. Por lo tanto, un diario de acciones estaría alejado de la vida de quien las ejecuta. Es más, esa vida sería lo más ausente de ese diario.
Martes 23 de marzo
1. Hice por primera vez un crumble de frutos rojos. Hasta ahora había hecho solo de manzana. Quedó bastante bien, salvo que se formó una especie de caramelo en algunas partes de la
superficie. No sé si es por la cantidad de azúcar o por la cantidad de líquido que salió cuando descongelé la fruta al fuego. Pero salvo eso, quedó más que pasable. Comí la mitad en un par de horas de dulce voracidad.
2. Recibí un mensaje de Paula en el grupo de whatsapp holobiente que tenemos con ella y Claudia, en el que incluye los epígrafes del libro sobre la historia del libro El infinito en un junco, de la española Irene Vallejos. El primer epígrafe es del escritor mozambiqueño Mia Couto: “Parecen dibujos, pero dentro de las letras están las voces. Cada página es una caja infinita de voces”. No podría estar más de acuerdo. Una razón más por la que le puse el título que le puse a mi libro.
3. Vi después de muchos años el video de la Pantera Rosa llamado “Psychedelic Pink”, gracias al algoritmo de YouTube que me lo sugirió. Seis minutos de animación muda, nonsense visual de gags ingeniosos, una especie de humor lógico sin palabras, aunque es un episodio que gira alrededor de los libros y las letras del alfabeto. Mérito repartido entre Hawley Pratt, el director (y co-creador del personaje) y Jim Ryan, escritor de este episodio. En la lógica de un personaje principal y un antagonista, sigue el modelo de otras series de animación no dialogadas y de sucesión de gags, como Tom y Jerry o el correcaminos y el coyote. En un sentido, la animación es la continuación del cine mudo. No todos los episodios de la Pantera Rosa tienen esta eficacia, pero es una gran serie. Como es memorable la línea melódica de Henri Mancini. El primer episodio se hizo en 1964.
Miércoles 24 de marzo
1. Se me ocurrieron variantes sobre las entradas con acciones diarias. Una es que en vez de usar verbos en pretérito indefinido podría usarlos en imperativo. “Hacé crumble de frutos rojos”. “Contestá los emails de dos alumnos”. “Da una mala clase sobre Sor Juana”. Sería un diario del deber ser y de la obediencia, como si las acciones de cada día fueran la respuesta a un latigazo dado a mí mismo por mi conciencia.
2. Vi el final de la segunda Norton Lecture a cargo de Laurie Anderson, que lamentablemente no pude ver completa porque se superpone con mi horario de clase. En el fragmento que
escuché contó que trabajó muchas veces con Trisha Brown, la bailarina y coreógrafa norteamericana. Se hicieron amigas. Trisha tenía un gran sentido del humor, estaba siempre
riéndose. Cuando Anderson se enteró de que Brown había empezado a tener signos de Alzheimer la fue a visitar. Se encontraron, hablaron, se rieron durante un buen rato. En un
momento Brown le dice a Anderson: “Perdón, ¿cómo me dijo que era su nombre?” Al rato retomaron la conversación y siguieron riéndose.
3. Recibí un email de mi amigo cubano Jorge Brioso con un link a un video en YouTube de una actuación del percusionista cubano Pedrito Martínez con su grupo, en el ciclo de los Tiny Desk Concerts de NPR. Quedé alucinado con la complejidad de la estructura de lo que tocaron. Era una timba de casi quince minutos, que un comentarista del video explicó y desglosó en sus muchas partes, sub partes y variaciones. Una complejidad que solo vi en la música contemporánea, en algunas formas del jazz y en cierta música hindú.
Jueves 25 de marzo
1. Miré por la ventana de la cocina a los dos grandes árboles de mi jardín. Imaginé que yo también era un árbol, y que de las plantas de mis pies salían dedos larguísimos como raíces que se clavaban en el piso y se enterraban, yendo hacia abajo, cada vez más abajo, metros, kilómetros hacia el centro de la tierra.
2. Crucé unos mensajes con Paloma en los que especulamos sobre las posibilidades de viaje en los próximos meses. ¿Podré ir a Buenos Aires en junio como espero? ¿Se levantarán las
restricciones a los viajes internacionales? ¿Y la situación de Brasil? ¿Se podrá ir de Brasil a Argentina? ¿Podremos encontrarnos, después de más de un año?
3. Recibí por correo tres volúmenes con las primeras cinco partes de The Martyrology del brillante poeta canadiense bp Nichol, envío de mi amigo Chris Clarke de Outranspo. Es a cambio de mi colaboración para revisar sus traducciones de los libritos de Cortázar con Julio Silva. The Martyrology es un largo poema protagonizado por santos, la obra principal de la breve vida de Nichol y obra inacabable por definición. Los santos son creados por el propio Nichol mediante el siguiente procedimiento (basado en el hecho de que en inglés la abreviación habitual de “santo” es “st.”): tomar las palabras del inglés que empiezan con las letras ST, sacar esas dos letras de la palabra y transformar lo que queda en el nombre de un santo. Ej.: “street” da St. Reet, o sea, Saint Reet; “storm” da Saint Orm, “strategy” da Saint Rategy, y así sucesivamente. O sea que al tiempo que el poema está protagonizado por santos está también protagonizado por palabras, o sea, por el lenguaje. De hecho, es un procedimiento que recuerda al de Roussel.