Sobre "poiesis para unir discursos partidos" - Zancada
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Sobre «poiesis para unir discursos partidos»

de Liliana Ponce
por Valeria Melchiorre

 

El banquete al que Liliana nos ha invitado en estos poemas de “Poiesis para unir discursos partidos” gira en torno a un centro inaccesible. Desplazado en esa deriva de las precisiones que, a punto de confirmarse, se difuminan, lo fijo es un a tientas en la niebla, escamotea su presencia como en una mise en abyme infinita, en una cinta de Moebius, o “como un sueño esparcido en espejos multiplicados”. “El vacío está implícito y nunca desaparecerá” es tal vez la afirmación más tajante. Es esta condición del poema la que nos retrotrae a Teoría de la voz y el sueño, el libro que me permitiera conocer a Liliana allá por el 2003. Me subyugó entonces el paisaje onírico al que se entraba iniciada la lectura, ese clima envolvente, taciturno que tan acertadamente -o más bien (des) acertadamente- enhebraban los sonidos, la inconsistencia con que las frases iban deshaciéndose de sus propias marcas de aserción o de coherencia, de vehemencia. Recurrí a un ensayo de Maurice Blanchot, su “La littérature et le droit à la mort”, en La part du feu. Retomo una de las citas, que ahora traduzco: “El lenguaje sólo comienza en el vacío; no hay ninguna plenitud, ninguna certeza que le hable a quien se expresa”. En esa misma línea se sitúa la escena que compone o actualiza Liliana aquí. Al asidero tangible y voluptuoso -“Nuestra mesa está llena de manjares-, se lo ilumina con el “halo” nebuloso de la luna; y el proceso de borramiento que va a distorsionar la realidad y el hilo de las conversaciones persistirá hasta generar una inquietud casi de índole metafísica. Intuímos, por la dedicatoria, que las comensales son mujeres. Se trata de una cena en un jardín, a lo largo de una noche que se hace día, y que puede ser mediodía intenso en el “parloteo”. En ese vaivén que enfrenta espacios diferentes, temporalidades de órdenes diversos, la memoria individual y la mítica, fragmentos de diálogos y oraciones a diosas antiguas, lo único que flota y se restituye a la superficie de la lengua es su potencia de ritual. Aunque en este intento de adivinación que es el poema quede siempre un “acertijo” sin resolver, con ustedes esta Walpurgis evanescente, ceremonia de voces rescatadas entre capas de conciencia, para que la palabra despeje a la palabra y se revele algo de la “verdad prohibida”.



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