Todo monstruo es la fortuna de algún hombre - Zancada
23898
post-template-default,single,single-post,postid-23898,single-format-standard,ajax_fade,page_not_loaded,,select-theme-ver-4.1,menu-animation-line-through,wpb-js-composer js-comp-ver-5.2,vc_responsive

Todo monstruo es la fortuna de algún hombre

Dibujos y óleo de Guadalupe Silva, fábulas de Daniel Samoilovich,
video de Ral Veroni (TRE) y enlace/assemblage/costura de Valeria Melchiorre

Lugar sin nombre, 2021, lápiz sobre cartulina americana

 

Pusiéronse los tres cerditos a hacer sus casas: el primero la hizo de paja, el segundo de madera y el tercero de ladrillos. El que hizo su casa de ladrillos se burló de los otros dos;  al primero le dijo:

-Vendrá el lobo, soplará, y tu casa se dispersará en el aire.  Yo, en cambio, estaré seguro y feliz en mi casita de ladrillo.

Y al segundo:

-Y después le prenderá fuego a tu cabaña y comerá cochinillo asado. Y yo estaré mientras tanto seguro y  feliz en mi casita de ladrillo.

Pero lo que vino esa noche fue un terremoto de grado 7.2 en la escala Ritcher, y mientras  el primer cerdito no sufrió daño alguno y el segundo algunos magullones, el tercero fue sepultado por su casita de ladrillo.

Esta fabulita enseña que cuanto mayor es la especialización para enfrentar peligros determinados, menor es la flexibilidad ante los peligros imprevistos. O, dicho de modo más ligero, que la vida te da sorpresas.

 

Pieza 4, sin título, parte de políptico, 2018, grafito sobre papel

 

{ Todo empeño por la calma, entonces, no tendría sentido, porque cualquier construcción basada en argumentos firmes o en estables cimientos puede ser desbaratada de improviso. Sin previo aviso. El sacudón es probable y seguro. Este lugar carente de nombre que habitamos, estos paisajes que apenas conocemos de tan acostumbraditos, van atontados y libres, sin nadie que los detenga ni sujeto que los traiga. Terremoto y cosa nueva: andá a cantarle a los toldos. Nunca te conformes con tu foco diminuto, con tu patio, con tu exigua pelambre. Ni te quedes achicado o mocho, apechugando una esencia. }

 

Pieza 3, sin título, políptico, 2018-2022, grafito sobre papel.

 

En su Historia Naturalis, Plinio se asombraba de que en la avispa el tórax y el abdomen estuvieran unidos por un hilo tan delgado que resultaba difícil concebir que algún líquido o impulso nervioso pasara por ese hilito desde una punta a la otra del insecto. De hecho, “insecto” quiere decir en latín “partido al medio”, transcripción itálica del griego “entomos”, que significa lo mismo. No es que griegos y latinos no vieran el hilito en cuestión, sólo que les parecía de veras demasiado flaco. Bien, qué sorpresa se hubieran llevado ante el estambecco, un mamífero hoy probablemente extinguido que el Capitán Cook descubrió en la zona volcánica de la Isla Sur de Nueva Zelanda a fines de 1769. Efectivamente, el estambecco estaba partido en dos: no exactamente al medio, pero sí en dos. Tal como lo atestiguan las descripciones de Cook, una parte incluía las patas, la cola, el aparato reproductor del animal y su larguísimo cuello; la otra parte la constituía la cabeza, comprendiendo la cabeza propiamente dicha y un apéndice aún mayor que la cabeza misma que le servía de pico, nariz o ambas cosas a la vez. Las dos partes estaban separadas por un intervalo de unos siete centímetros. Los viajeros británicos creyeron al principio que dicho gap estaba cubierto por un órgano invisible, pero tras varias pruebas –como pasar un cuchillo entre ellas sin encontrar resistencia- se vieron forzados a reconocer que allí no había nada. Una pareja de estambeccos fueron embarcados por Cook en su HMB Endeavour, y a bordo del Endeavour estaban cuando el barco arribó a Londres en 1771 tras haber completado la circunvalación del planeta. Cook pensaba donar estos curiosos animales al Jardín Botánico de Londres, pero uno de ellos, el macho, desapareció antes de que pudiera realizarse la entrega; fue localizado dos años después, vagando por Devonshire para asombro y espanto de los lugareños. Al parecer, fue robado por un marinero que lo usó para montar un espectáculo de magia (otra vez, el numerito de pasar el cuchillo entre las dos partes del estambecco sin que el animal se inmutara); cuando hubo recogido un capital suficiente, temeroso de ser descubierto, soltó al estambecco a su suerte y se escabulló de las páginas de la historia para siempre.

*

La mitología polinesia quiere que el estambecco haya sido en tiempos muy remotos un animal “unido”; o si se prefiere, simplemente un animal, no dos. Cuenta la leyenda que habiéndose robado el estambecco la cabra preferida del dios Shumbru, éste lo persiguió incansablemente a través de los bosques de kairis de la Isla Sur, luego en una angustiosa travesía a nado por el Lago Taupo (donde la cabra se ahogó) y finalmente en los Montes Taunu donde el ágil estambecco se le perdió de vista. Buscaba Shumbru al ladrón por las laderas rocosas; de pronto lo vio y rápido como el rayo se precipitó sobre él. El estambecco sólo halló un escondite a mano, una cueva que resultó demasiado pequeña para él, y en su desesperación por meterse en ese socavón se partió el cuello. Allí quedó a punto de morir y allí hubiera muerto si Simbelia no lo hubiera salvado.

 

Souvenir, 2018, óleo sobre tela.

 

Veamos cómo fue el asunto del salvataje. Simbelia, la diosa terrible del panteón polinesio, furiosa con Shumbru por una trapacería que éste le había hecho con su mejor amiga esa misma mañana, decidió frustrar la venganza de Shumbru sobre el estambecco. Recogió las dos partes del animalejo, las metió en la cueva y se transformó en una piedra que cubrió instantáneamente la entrada. No sólo logró Simbelia que Shumbru quedara dando vueltas como un tonto por la zona, sino que además hizo que el estambecco siguiera viviendo. Dado su carácter (sanguíneo, temperamental), Simbelia no se preocupó gran cosa por cómo podría vivir el estambecco si su cabeza (y presumiblemente también su cerebro) estaba separada de su cuerpo; no paró en detalles acerca de cómo circularían el alimento o los impulsos nerviosos de una parte a la otra. Estableció simplemente que el estambecco viviría, y el estambecco vivió; y como esta vida era hija de un capricho divino, la mitología polinesia se desentendió igualmente de razones. Un aforismo atribuido a la casta de los sabios maoríes, los N´Gati Mahuta, dice: “No puedes saber qué viento es ese que trae un alma a los huesos del niño que en el vientre de su madre se forma, ¡y pretendes  entender el plan de los dioses, creadores de todo lo que existe!”.

*

Pese a lo dicho, algunos sabios, quizás menos sabios que los N´gati Mahuta, en el siglo XIX seguían empeñados en estudiar la biología de este animal doble o par de animales. Lo tenían difícil: ninguna de las expediciones posteriores a la de Cook logró hacerse con otro estambecco, y el esqueleto de la hembra que Cook donó al Jardín Botánico había desaparecido en 1780 en los llamados Disturbios de Gordon (más propiamente deberían llamarse anti-Gordon) cuando los protestantes se alzaron contra las libertades concedidas a los católicos por Lloyd Gordon e incendiaron 295 iglesias, 14.522 casas particulares, el Real Observatorio de Greenwich… y el Jardín Botánico de Londres.

Así fue que cuando cien años después los sabios del siglo XIX quisieron volver sobre el asunto de los mamíferos partidos en dos (insectos), lo único que quedaba de ellos eran las descripciones incluidas en los Diarios de Cook y otros testimonios escritos, pero, sobre todo, los espléndidos grabados del artista escocés Edward Sydney Parkinson, que murió a bordo del Endeavour poco antes de que este completara su periplo.

Algunos analistas han formulado, a mediados del siglo XX, una hipótesis osada pero interesante. El mito polinesio del estambecco que “no cabe completo en la cueva” podría remitir a un dibujo hecho por un arcaico pintor rupestre, que se propuso pintar un animal de cuello muy largo (¿una jirafa prehistórica, quizás?) pero tras haber comenzado la tarea se encontró con que lo que quería dibujar no le cabía en la superficie disponible. Obró entonces como esos diseñadores de gráficos estadísticos que para representar una columna que no cabe en su hoja parten una columna que representa una cifra muy alta y dibujan, quebrado, el extremo de la misma. Luego, primitivos observadores de la pintura rupestre, mirándola extasiados, habrían creado el mito del animal que parte su cuello para entrar en la cueva huyendo de un dios y sobrevive partido en dos por gracia de una diosa. Esto explicaría por qué no fue hallado luego ningún estambecco, nunca más. ¿Y los dibujos de Parkinson? Parkinson podría haberse limitado a copiar el dibujo de la cueva, adaptándolo al mundo de animales y cosas que tenía en mente (al fin de cuentas, la parte posterior del estambecco parece el cuarto trasero de un íbice y el “cuello” el cañón de una carabina del XVIII). ¿Y la pareja llevada por Cook a Londres? ¿Y todo el asunto de la prueba del cuchillo pasada entre las dos partes? ¿Puede haber sido toda una ensoñación colectiva, especulaciones y fantasías tramadas sobre los dibujos de Parkinson? El caso de la fortuna amasada por el ladrón del estambecco macho, usado para espectáculos de feria, rubricaría el famoso aserto de Shakespeare en La Tempestad: “Todo monstruo es la fortuna de algún hombre”; el cual podría completarse con este otro, que no se le contrapone: “Todo monstruo es la condensación de una ansiedad que ignorábamos hasta que el monstruo apareció.”

 

{ Simbelia y otras diosas adoran los rescates: a veces vale más ser desdoblado, andar como estambecco dividido. El UNO bien se adapta al descampado mientras en el DOS anida. A la hora de volado o fugitivo, Ícaro o insecto, Ácaro o chabón que ha perdido la chaveta: suelta la compostura, la unicidad se ranura. En tamaño esperpento se convierte quien del barrio migra. El hábitat del sueño es una trampa, irse es un poco arriesgado, suele traicionar toda nuestra holgura y a la aburrida certeza, darle con un hachazo. }

 

 

{ Como dice nuestra fábula: todo monstruo es la fortuna de algún hombre. }

 

Niño oso, 2017, grafito sobre papel.

 

{ Volvamos al llano, nos obliga el designio. }

 

Se encontraron un grifo y un perro, y el grifo dijo:

-No sé cómo te conformás con esa apariencia tan pobre. Mirame a mí, que reúno lo más noble de los más nobles animales. Vos en cambio qué sos, pobre cosa doméstica.

-Reconozco que tu aspecto es imponente –respondió el perro-, pero me gustaría que notases que no hay forma de describirte sin apelar al águila y al león, y que justamente en eso no te parecés nada a ellos. Nadie dirá de un león que tiene la parte de atrás de un grifo y la de adelante de un león; ni diría de un águila que tiene cabeza y torso de grifo y la patas de un águila; ambas descripciones serían absurdas, por rebuscadas. Un águila es un águila, un león es un león. Ahí es donde yo me parezco a ellos: no seré muy espantoso, pero soy del todo perro.

 

El río, 2019, lápiz sobre cartulina americana.

-Textos (109, 219, 121, en ese orden) tomados, obviamente, con el consentimiento del autor, Daniel Samoilovich, de El libro de las fábulas y otras fabulaciones, Madrid-Buenos Aires-Valencia, Editorial Pre-Textos, 2022. En el original las fábulas están acompañadas por dibujos de Eduardo Stupía.
-Video: en un pueblo mágico llamado Cazón, Ral Veroni, el druida de Caballito, está perdido. Don Pedro García Lavín, sin pretensiones de ayudarlo, tomó estas imágenes para que se entere el barrio.